diumenge, 23 de novembre del 2014

Mi cuerpo.

Se veu que no puc penjar cap .pdf
Copiaré i pegaré el que acabe d'escriure, per a no donar-li al traductor de google ni per a ficar-me a traduir-ho a mà.

¿Tengo un cuerpo? ¿Soy un cuerpo? ¿Soy con/sin mi cuerpo?


Es una burla de la vida, nuestra existencia trata de aparentar i de olvidar ser. Creo que nuestro cuerpo es, al fin y al cabo, lo que menos impacto tiene en nuestra vida y aun así consume mucha energía. Nos obsesionamos con nuestra imagen ya que creemos que ella dice lo que somos, pero en verdad solo dice lo que aparentamos. Así pues, mi cuerpo no dice lo que soy, solo muestra un resultado en el que se muestran las decisiones tomadas durante mi historia, por corta que sea; pero de ninguna manera significa lo que soy.

Mi cuerpo podría ser un templo gozoso de mi alma, pero yo lo veo más como su cárcel; quizás en otro contexto histórico lo consideraría como templo, o como pagoda, o como –ponga aquí similitudes según el origen y la procedencia, porque también ello tiene que ver-.
Mi cuerpo es una cárcel hoy, en el aquí y el ahora, por la importancia y el significado que se le da ya que su definición ocupa un lugar ambiguo en la posmodernidad. La revolución sexual del 1960, o del 1970 parecía haber sustituido el neoplatonismo que la religión tiñó de moral estricta; sin embargo, en la actualidad, la trivialidad, esta descomunal chabacanería y saturación de lo corporal, invitan a reconsiderar nuevas ideas.

Lo que se lleva, las religiones, el deporte, la ambición de algo mejor, el erotismo, las vergüenzas, el tiempo, la salud… Todos los aspectos de nuestro mundo (y todos los mundos de nuestro aspecto) se enredan sobre el tablero de ajedrez de la carnalidad, luchan en un campo de batalla que no parece que tenga ninguna finalidad ni ningún final; este tablero carnal se convierte también en símbolo ideológico.

Seamos como seamos, físicamente, claro –flacos, altos, etc-; no estamos nunca satisfechos. Veo aquí mi primer batacazo en el resbaladizo camino de la libertad, el cuidado del cuerpo se ha hecho una obligación implícita, un combate contra la muerte y la decadencia que a veces deriva en una superficial vaciedad.

Yo estoy instalada en mi cuerpo, presa en él, me parece no del todo cierto decir que solo “tengo cuerpo”, sería como una verdad a medias o incluso menos que a medias; el estar encarnada en él va mucho más allá de la mera posesión de mi cuerpo porque yo no puedo lograr ser sin mi cuerpo. Pero es que tampoco puedo decir que “yo soy mi cuerpo” ya que también va contra la certeza de que yo me encuentro con mi cuerpo, el cual no he elegido, el cual no le avasallo totalmente; cuerpo que me crea problemas, que es parte de mi historia y de mi circunstancia, al cual, de cierto modo, me aminoro, me mermo y que, sobre todo, en el momento de fallecer se escapa por completo al poder de mi libertad.

Mi cuerpo, y los vuestros, van acompañados de límites indiscutible. El cuerpo es frágil y limitado en su adaptabilidad; desfallece, fracasa, se distrae, se desanima, yerra, enferma, padece hambre, sed, se cansa; está ligado al tiempo y al espacio y las pasiones le arrastran a hacer lo que no quiere (o si). Pero sobre todo, esta inevitablemente expuesto a la necesidad de morir.

La única utilidad que le puedo dar es la de instrumento, la de obrar y la de hacer cosas; no la de instrumento que después es abandonado y arrinconado, obviamente para cuando llega la muerte si, pero hablo antes de que llegue ese final; me refiero a darle al cuerpo el principio de la instrumentalidad para ver si así los instrumentos se convierten en virtud de mi cuerpo dispuesto a utilizarlos.


No obstante, creo que mi cárcel en su sencillez más pura, espera cumplir sus pasiones por irracionales que sean, espera alimentarse y desea descansar; quizás entre esas pasiones está la de obrar, pero esperaría obrar para una sociedad con carácter, para una sociedad definida en valores propios.

Seré joven, tendré energía; pero mi cuerpo está triste y cansado de ver como gobierna la sinrazón, de ver como la globalización se adueña absolutamente de todo haciendo así perder la poca esencia de individualidad que les quedaba a nuestros cuerpos. No me culpéis si deseo ponerme el pijama y dormir durante un largo tiempo, sin que nadie me hable, tumbada no andaré sobre la frialdad de este camino insustancial que se está construyendo y que ya casi ha finalizado; me tumbaré y cerraré todas las puertas y todas las ventanas para no dejar escapar así mi soledad.


Mati.

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