dijous, 1 de setembre del 2016

Oda a la experiencia




El humor de Dios es lo que me ha llevado a viajar a un convento de un país del norte de Europa durante la primera mitad del siglo XIX, entre el aire saludable y las delicias de los bosques de color azul y oro, sumergiéndome en la melancolía del otoño. He llegado sin enterarme a Siete cuentos góticos, Blixen.

Otros autores se explayarían con argumentos vanos entre teología y ficción… pero en este cuento la baronesa Blixen deja caer muy elegantemente entre el vahído y la media sonrisita razonamientos como estos:



Con voz lenta y reposada como una
sibila, la anciana dijo al sobrino:
—¿Tú sabes qué es lo que se
compra caro, se ofrece barato y todos lo
rehúsan? La experiencia de los
ancianos… Si los hijos de Adán y de
Eva hubieran hecho uso de la
experiencia que les legaron sus padres,
el mundo habría sido sensiblemente
distinto. Yo quiero darte mi experiencia
en una píldora endulzada con el azúcar
de la poesía, para que la puedas tragar y
asimilar mejor: «De todos los caminos
de la vida, solamente uno, el del deber,
conduce a la felicidad». No olvides
esto, hijo mío, que es importantísimo.


Y ante el rechistar de su sobrino Boris le sigue diciendo:

-Ah -dijo la priora con gran energía-, 
el doctor Sass, que fue sacerdote de 
Closter Seven en el siglo XVII, 
afirmaba que en el Paraíso, hasta la caída, 
el mundo entero era plano, 
el telón de fondo del Señor, 
y que es el diablo quien inventó 
una tercera dimensión.
Así, las palabras «recto», «cuadrado», 
«plano» son propias de los nobles, 
pero la manzana era un orbe, 
y el pecado de nuestros primeros padres, 
un intento de circundar a Dios. 
Yo misma prefiero mucho más 
el arte de la pintura que el de la escultura.

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