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Tengo una tendencia invencible a desconfiar de los que son demasiado artistas.
Para vivir bien en un pueblo hay que saber pasear.
Mientras sea un extraño, puedo convivir perfectamente con la persona más contraria a mi manera de pensar.
Puesto a elegir entre la conversación y la libertad --la libertad solitaria-- me quedaría, siempre, con la libertad.
A mí no me han gustado nunca los tipos extraños, extravagantes, bohemios, genialoides o misteriosos. Para misterios ya hay bastante con los que se presentan a cada momento. Son tipos que me cansan.
Aunque la presión del paso del tiempo es dolorosa y a veces insoportable, soy partidario de no eludirla, porque mi experiencia me lleva a creer que sólo quienes sienten ese dolor sordo --o agudo-- aprovechan la vida, en el sentido más general del término, y aprovechan para tener alguna idea de sus maravillas.
La cultura moderna es un desaire.
Para ser feliz, la primera cosa que se necesita es una excelente opinión de sí mismo. […] Para ser plenamente feliz hay que ignorar sobre todo dos cosas: primero lo que realmente es uno y luego la opinión que los demás tienen de uno.
Leer bien es difícil y doloroso.
Observar es más difícil que pensar.
¡Con lo bien que se está en el propio domicilio, sobre todo si está desierto y solitario!