Copiaré i pegaré el que acabe d'escriure, per a no donar-li al traductor de google ni per a ficar-me a traduir-ho a mà.
Es una burla de la
vida, nuestra existencia trata de aparentar i de olvidar ser. Creo que nuestro
cuerpo es, al fin y al cabo, lo que menos impacto tiene en nuestra vida y aun
así consume mucha energía. Nos obsesionamos con nuestra imagen ya que creemos
que ella dice lo que somos, pero en verdad solo dice lo que aparentamos. Así
pues, mi cuerpo no dice lo que soy, solo muestra un resultado en el que se
muestran las decisiones tomadas durante mi historia, por corta que sea; pero de
ninguna manera significa lo que soy.
Mi cuerpo podría ser un
templo gozoso de mi alma, pero yo lo veo más como su cárcel; quizás en otro
contexto histórico lo consideraría como templo, o como pagoda, o como –ponga
aquí similitudes según el origen y la procedencia, porque también ello tiene
que ver-.
Mi cuerpo es una cárcel hoy, en el aquí y el ahora, por la importancia y el significado que se le da ya que su definición ocupa un lugar ambiguo en la posmodernidad. La revolución sexual del 1960, o del 1970 parecía haber sustituido el neoplatonismo que la religión tiñó de moral estricta; sin embargo, en la actualidad, la trivialidad, esta descomunal chabacanería y saturación de lo corporal, invitan a reconsiderar nuevas ideas.
Mi cuerpo es una cárcel hoy, en el aquí y el ahora, por la importancia y el significado que se le da ya que su definición ocupa un lugar ambiguo en la posmodernidad. La revolución sexual del 1960, o del 1970 parecía haber sustituido el neoplatonismo que la religión tiñó de moral estricta; sin embargo, en la actualidad, la trivialidad, esta descomunal chabacanería y saturación de lo corporal, invitan a reconsiderar nuevas ideas.
Lo que se lleva, las
religiones, el deporte, la ambición de algo mejor, el erotismo, las vergüenzas,
el tiempo, la salud… Todos los aspectos de nuestro mundo (y todos los mundos de
nuestro aspecto) se enredan sobre el tablero de ajedrez de la carnalidad, luchan
en un campo de batalla que no parece que tenga ninguna finalidad ni ningún
final; este tablero carnal se convierte también en símbolo ideológico.
Seamos como seamos,
físicamente, claro –flacos, altos, etc-; no estamos nunca satisfechos. Veo aquí
mi primer batacazo en el resbaladizo camino de la libertad, el cuidado del
cuerpo se ha hecho una obligación implícita, un combate contra la muerte y la
decadencia que a veces deriva en una superficial vaciedad.
Yo estoy instalada en
mi cuerpo, presa en él, me parece no del todo cierto decir que solo “tengo
cuerpo”, sería como una verdad a medias o incluso menos que a medias; el estar
encarnada en él va mucho más allá de la mera posesión de mi cuerpo porque yo no
puedo lograr ser sin mi cuerpo. Pero es que tampoco puedo decir que “yo soy mi
cuerpo” ya que también va contra la certeza de que yo me encuentro con mi
cuerpo, el cual no he elegido, el cual no le avasallo totalmente; cuerpo que me
crea problemas, que es parte de mi historia y de mi circunstancia, al cual, de
cierto modo, me aminoro, me mermo y que, sobre todo, en el momento de fallecer se
escapa por completo al poder de mi libertad.
Mi cuerpo, y los
vuestros, van acompañados de límites indiscutible. El cuerpo es frágil y
limitado en su adaptabilidad; desfallece, fracasa, se distrae, se desanima,
yerra, enferma, padece hambre, sed, se cansa; está ligado al tiempo y al
espacio y las pasiones le arrastran a hacer lo que no quiere (o si). Pero sobre
todo, esta inevitablemente expuesto a la necesidad de morir.
La única
utilidad que le puedo dar es la de instrumento, la de obrar y la de hacer
cosas; no la de instrumento que después es abandonado y arrinconado, obviamente
para cuando llega la muerte si, pero hablo antes de que llegue ese final; me
refiero a darle al cuerpo el principio de la instrumentalidad para ver si así
los instrumentos se convierten en virtud de mi cuerpo dispuesto a utilizarlos.
No obstante, creo que
mi cárcel en su sencillez más pura, espera cumplir sus pasiones por
irracionales que sean, espera alimentarse y desea descansar; quizás entre esas
pasiones está la de obrar, pero esperaría obrar para una sociedad con carácter,
para una sociedad definida en valores propios.
Seré joven, tendré energía;
pero mi cuerpo está triste y cansado de ver como gobierna la sinrazón, de ver
como la globalización se adueña absolutamente de todo haciendo así perder la
poca esencia de individualidad que les quedaba a nuestros cuerpos. No me
culpéis si deseo ponerme el pijama y dormir durante un largo tiempo, sin que
nadie me hable, tumbada no andaré sobre la frialdad de este camino insustancial
que se está construyendo y que ya casi ha finalizado; me tumbaré y cerraré todas
las puertas y todas las ventanas para no dejar escapar así mi soledad.
Mati.